TRANSPERSONAL

 Padres y madres adoptantes

Alfonso Colodrón

Hace muchos años, oí hablar de unos amigos de mis padres que iban a adoptar un niño. Eran los años 60. En aquella época, podía hacerse muy discretamente y en 24 horas, con la complicidad de algún médico que certificaba que los padres adoptivos eran los padres naturales. Recientemente, entrevisté a esos antiguos amigos de familia. Habían repetido la experiencia con una niña. Los hijos estaban ya felizmente casados y ellos eran abuelos felices. Ella es madrina de una docena de niños a los que ayudó a encontrar padres.
Todo esto ha cambiado radicalmente. El Estado interviene en cada adopción que se realiza y, en muchas Comunidades autónomas, las listas de solicitudes para la adopción nacional están cerradas. La inmensa mayoría de las parejas que adoptan actualmente han optado por la adopción internacional de niños y niñas procedentes de China, Colombia, Perú, Rusia, India...
Como terapeuta y, sobre todo, como padre adoptivo, conozco a varios centenares de personas que han adoptado o están en proceso de adopción. La paciencia de la larga espera, la tenacidad para superar el tedioso proceso administrativo y las trabas burocráticas, el esfuerzo de viajar a países lejanos para la mayoría desconocidos, la solidaridad para informar y ayudar a los que empiezan esta maravillosa aventura y, sobre todo, el amor dado y recibido día a a día nos une en una especie de complicidad compartida.
No daré nombres, pero todos, me parecen extraordinarios en su singularidad. La maestra soltera que adoptó una niña y un niño peruanos de cuatro y cinco años bregó sola con los dos durante todo el periodo de su adaptación a nuevas normas y costumbres. El piloto y su esposa, con cuatro hijos biológicos, que deciden adoptar tras ver el reportaje de varios orfanatos en China, o la pareja con tres hijas biológicas que renuncian a un hijo para adoptar una cuarta hija china.
El mérito corresponde en gran parte a una pareja de médicos pioneros que abrieron el camino, hace unos años de la adopción en este país desde España. Cuando acudieron a la Administración en 1994 para adoptar en China, les dijeron simplemente que era imposible. Se pusieron en contacto con el Centro Chino de Adopciones y con la Embajada de España en Pekín y, un año después adoptaban la primera niña española nacida en China. La vía quedaba abierta. Desde entonces, en España se han adoptado 3.500 niñas y algunos niños, nacidos en el país más poblado del Planeta. Ellos mismos volvieron al año y medio a por dos lindas gemelas y están en proceso de adopción de una cuarta hija.
Mi homenaje también, desde estas líneas, a la pareja de Euskadi, a quien su Comunidad les denegó el obligatorio Certificado de Idoneidad previo a la adopción, por padecer ambos una minusvalía física. Su deseo de paternidad y maternidad les hizo entablar un juicio ante los Tribunales. Acaban de traerse de China a su hija. Sin su tesón, esa niña no tendría padres ahora. Y a la pareja de Madrid, de 50 y 57 años, a los que la Comunidad paralizó el expediente porque les habían asignado una niña de 18 meses. Después de remover cielo y tierra, viajarán a principios del 2003 a por su hija tan deseada, aunque de 3 años.
También son admirables en su anonimato los fundadores y mantenedores de la página Web con sede en Barcelona, afac.net, que, con más de 500.000 visitas desde su creación, han ayudado a miles de familias. Muchas monoparentales, como un valenciano, que viajó hace tres años a por su primera hija y recientemente a por su hijo, ambos nacidos en China. Como encomiable es el de centenares de adoptantes que mantienen varias asociaciones que fomentan encuentros y realizan proyectos de ayuda internacional con los países de origen de sus hijas.
En pareja, las angustias, las dudas, los horarios, las tareas se comparten. Me parece una heroicidad la adopción en solitario y alabo el amor de la policía municipal que ha adoptado ella sola dos niñas, y el de todas las madres y padres que, por las razones que sea, han decidido querer, proteger, cuidar y educar a un hijo, sin esperar a estar con alguien. Mis ánimos desde aquí todas las personas que empiezan este viaje de ida y vuelta. En especial, a mi paciente que, después de veinticinco años de matrimonio, realiza un divorcio amistoso, porque su marido siempre se negó a tener hijos por miedo al compromiso, y, a sus cincuenta años, acaba de adoptar una niña ucraniana de siete años. Ambas son inmensamente felices.

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