Desde
Otello
En primer lugar, señalar el nivel técnico de la compañía, con grandes intérpretes entre los que destacan Blanca Alvárez, Líuva Horta, Adrián Herrero, Victor Ullate Roche y Samuel Deniz. La coreografía se caracteriza por el componente teatral, con la
presencia en escena de un narrador: el personaje de Yago desdoblado, dando
voz al bailarín. La música acompaña poniendo de relieve cada escena y, aunque
en algunos momentos se aprecia un tono recargado, brilla la delicadeza
de Verdi y Monteverdi junto a la composición de John Dowland. Es entrañable disfrutar aquí de una creación presentada
por madre e hijo: ella desde su prestigioso magisterio y él pisando
el terreno con todo su arte como actor y bailarín. José J. Pedrosa Título: ELOGIO DE LA MIRADA Ana nos tenía acostumbrados a verla bailando danza africana o
en actuaciones de calle que acercan la danza a quien no pisa el teatro:
ahora el formato es para sala y con nuevo registro. Tiene una amplia formación
y experiencia para permitirse el riesgo que asume en esta aventura coreográfica.
Recogida en una caja/mirador, una de las dos mujeres es testigo mudo
de un paso a dos y nos recuerda que lo que miramos puede atraparnos: es
una referencia exterior para no perder la perspectiva. Son intérpretes maduros que exploran sus propios
límites por medio del recurso básico de la mirada, creando
nuevos espacios dentro de un escenario convencional. Y eso no se ve todos
los días en la danza; al contrario, tenemos miradas ausentes o
vacías.
Título: PERRO Con este ciclo de Teatro y Danza contemporáneos, el Teatro de la Estación nos trae a casa aire fresco y apuesta por los nuevos valores creativos. Daniel Abreu es un intérprete que se lanza al vacío de un escenario desnudo, renunciando a recursos sobre los que apoyarse. Y eso es mucho, emulando a los grandes maestros. Es un espectáculo que interesa al público que sabe apreciar
el teatro tanto o más que a los amantes de la danza, ya que, por
momentos, Daniel sabe jugar con la mímica y llega a sutiles expresiones
con el rostro, de nivel poco frecuente en la danza más ortodoxa. Con todo, el espectáculo presenta dos dinámicas que hay que hilvanar, con una segunda parte más atractiva. Brilla cuando él se da una y otra vez con la pared, y rueda, fluye buscando otro punto de contacto, un paso. La danza es el arte más primitivo, el que da lugar a otras formas
de expresión, y aquí Daniel Abreu lo cabalga "a pelo." Si la danza es ya muy exigente de por sí, aún estamos a
tiempo de ver un solo sin trampa ni cartón. Surge de la intuición
y la improvisación del intérprete, premio del Jurado del
XVIII Certamen Coreográfico de Madrid y Premio al Bailarín
más Destacado del IV Certamen Coreográfico de Maspalomas. José J. Pedrosa Recibí el otro día un artículo publicado en el FINANCIAL TIMES con fecha de diciembre, en el que Clement Crisp, el famoso crítico británico, exponía su pesimismo ante la situación de la danza en materia creativa. La esperanza que él tenía es que, gracias a la internacionalización de repertorio y, en especial, gracias a la presencia de obras de Balanchine en la mayor parte de las compañías actuales, algún joven coreógrafo recogería la antorcha y haría con la danza del siglo XXI lo mismo que el gran coreógrafo ruso hizo con la del siglo XX. Paralelamente, me informan personas relevantes del mundo de la danza de que Balanchine no gusta en España, que no vende en los teatros. Que en nuestro fastuoso país lo que verdaderamente vende es .....( ¿ están preparados ? ), en efecto, lo han adivinado: Van Manen y compañía. Quizá sería prudente que en este punto yo dejara de escribir, pero, por otra parte ya va siendo hora de que se denuncie de una vez por todas la situación del mal llamado aquí "arte coreográfico". Mal llamado digo porque eso de llamar "arte" a lo primero que se presenta en un escenario es mucho decir; y, ya que está tan de moda eso de ser postmoderno y poner en entre dicho todo lo establecido, yo me niego a considerar artística la producción coreográfica nacional y, aún es más, hasta dudo en muchas ocasiones de que lo que se hace en nuestro país pueda ser calificado de "material coreográfico". Vuelvo a Cement Crisp un momento para continuar mi exposición. Comentaba el crítico que él se sentía bendecido por haber podido ver tanto: "el florecer del Royal Ballet y del New York City Ballet; el esplendor del ballet ruso, los grandes días con los daneses y el American Ballet Theatre, bailarines milagrosamente bien dotados y las vidas creativas de Ashton, Balanchine, Tudor, Cranko, MacMillan, Robbins, Petit y muchos más." Permítanme poner en la lista de los "muchos más" a Paul Taylor, Martha Graham, Merce Cunnigham y, ¿por qué no?, lleguemos hasta Twyla Tharp. Vale, mi exposición sigue de la siguiente manera: manos arriba los que, en nuestro país, hayan visto en los últimos diez años obras de estos coreógrafos. No, no les dé vergüenza. No es que se les hayan pasado, es que no nos las han enseñado. Puntualmente, una o dos, "para que no se diga que no somos modernos" se deja caer algo por nuestro país que se presenta descontextualizadamente triste. En otras ocasiones, los "Grandes" de la danza en España, deciden montar un Balanchine que los "críticos de pro" califican de maneras tan grotescas como aquel crítico que, tras ver el "Allegro Brillante" de Balanchine por la compañía de Ullate, afirmó que esta obra nunca antes había sido bailada tan magníficamente. A saber, miembros del New York City Ballet, aprendan de nosotros a bailar su repertorio. Todavía me duele el comentario de otro crítico que, tras la visita del American Ballet Theatre a Madrid en 1990, calificó "Birthday Offering" de Ashton como una pieza insulsa e irrelevante. Evidentemente. Por eso el ABT la había elegido entre todas las obras del repertorio mundial para celebrar su cincuenta aniversario. Y podríamos seguir y seguir para no llegar a ninguna parte. Podrán pensar que estoy loca, pero yo me temo que aquí, en España, hay intereses más que evidentes de que no se vea ni se sepa nada. Los mismos que hace años nos hicieron creer que lo más "in" era Béjart, ahora nos venden a Van Manen y amigos como lo mejor del mundo. Y, lo genial es que aquí nadie dice nada. Creo que ha llegado el momento de felicitar a Duato y Ullate por su labor didáctica y creativa. Porque, señores, si ustedes han sido capaces de conseguir que el "gran público" aguante santamente los rollos que les presentan y encima les alaben el gusto en la elección de su repertorio...¡Olé!. Eso no lo consiguen ni los mismísimos holandeses, que tienen el Ballet Nacional de Holanda para compensar el repertorio que el Nederlands no ilustra. El problema no es ver obras de Van Manen o Kylian. El problema real es no ver nada más que eso. Reconozco que la estrategia es estupenda. De repente, se presenta un clásico de pésima calidad y ningún rigor histórico o estilístico. A eso le llaman "crear un repertorio". A continuación se ofrece más Van Manen y, la propuesta es: o los clásicos o los holandeses. Es como si quisieran hacer creer al público que entre 1898 y 1980 no ha ocurrido nada en la historia de la danza. O eso, o es que simplemente la ignoran por completo. Pero es que semejante planteamiento, no sólo es vergonzoso, sino que además es intolerable. Resulta que el siglo veinte ha visto y vivido el desarrollo más importante de la historia de la danza y aquí se pretende echar tierra sobre el mismo, y presentar obras de dudosa calidad pero, eso sí, "políticamente correctas". Podría ser, yo lo dudo, pero podría ser que realmente Balanchine no gustara en España. Podría ser que las consignas del genial coreógrafo ruso no estuvieran en la órbita de la estética hispana. Pero de ahí a que ni guste Balanchine, ni Ashton, ni Tudor, ni Robbins, ni Graham, ni MacMillan...perdónenme, pero eso es tan improbable como escandaloso. Que ustedes no conozcan sus obras o que semejante repertorio saque a la luz sus deficiencias técnicas o estilísticas me parece una razón más plausible para la ausencia de estos coreógrafos en sus repertorios. Sin embargo, lo más grave del tema no es que aquí haya una serie de personas que se encarguen de decidir " lo que le gusta al público" sin darle a éste la posibilidad de que cree su propio juicio, lo verdaderamente terrorífico de esta historia es el total silencio que existe por parte de críticos y profesionales. En cualquier otra arte, esta situación sería impensable. ¿Se imaginan una orquesta nacional que decidiera que sólo va a interpretar obras de Philip Glass?. ¿Se imaginan el escándalo que supondría que se declarara que es que al público español no le gusta nada más?. ¿Qué es que, verán , Strawinsky o Bártok o Schöenberg no venden y que Mozart o Beethoven son muy antiguos y, además los alemanes ya los tocan y mejor?. No se lo imaginan, ¿verdad?. Yo tampoco. Supongo que el público se indignaría, los músicos organizarían barricadas y los académicos arremeterían contra semejante pandilla de iletrados musicales. Y nada de eso tendría que ver con el hecho de que Glass guste o no. La cuestión es que a nadie se le ocurriría resumir la historia de la música a eso. ¿Qué tal un museo que decidiera cerrar todas sus salas excepto una ( elijan la que más rabia les dé)?. Un museo público, por supuesto. ¿Acaso no se trataría el tema como verdadero atentado a la historia del arte, y como una negación de la libertad personal a emitir un juicio estético? Entonces, ¿por qué?, repito, ¿POR QUÉ nadie se queja de la dictadura coreográfica a la que estamos sometidos?. ¿Por qué no se levantan voces en el propio ámbito profesional de la danza en España que denuncien lo que está ocurriendo?. ¿Por qué la danza en España no sale de una vez de sus aulas y mira a su alrededor ? Realmente, si el silencio existente es el resultado de la labor pedagógica de los señores Duato y Ullate, mis felicitaciones, caballeros. Han conseguido lo más difícil, acallar las voces a base de ignorancia. Por mi parte les congratulo. Aunque yo, personalmente, lo lamente: no sólo por mí, porque me nieguen el derecho a educarme y a desarrollar mi carrera, sino que también lo lamento por los chavales que vienen detrás de mí y a los que se les está robando su capacidad de decidir qué es lo que quieren bailar. En verdad que su gran obra será el silencio; porque un país en el que Balanchine "no vende ", es un país que coreográficamente hablando, no tiene nada que decir. ANA CARLÉS
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