TRANSPERSONAL

  EL RITO DEL NUEVO COMIENZO   

Alfonso Colodrón

Cuando tus ojos recorran estas líneas, el viento habrá barrido las últimas hojas cobrizas de los plataneros. Arces, olmos y castaños estarán mostrando su total desnudez, despojados ya de sus frondosas copas, que dejaron anidar pájaros en primavera, nos cobijaron bajo su sombra en verano y se reflejaron en la superficie de las aguas otoñales. Tal vez soñaran un día con ser nubes pasajeras, pero muestran ahora su esqueleto sedentario y transparente, en el que apuntan ya los nuevos brotes.
    Deberíamos dar gracias al mes de  Enero por devolvernos a la esencia de las cosas, por permitirnos interiorizarnos para rebrotar cuando llegue la estación propicia. Ahora los bosques parecen más claros y en ellos los horizontes más amplios y los cielos más cercanos. Enero tiene mala fama, porque pocos ven en este mes la oportunidad de un nuevo comienzo y lo consideran, por el contrario, punto y final de unas fiestas,  inicio de una "cuesta" que subir y obligación de largos esfuerzos por realizar. Fijémonos, sin embargo, en el  lento y luminoso ascenso de sus días: un generoso minuto más de luz en cada amanecida y otro de propina en cada atardecer.
    Representa una auténtica oportunidad de renovación interior. Si cuando acaba el año 2004 lamentamos los propósitos que no cumplimos a lo largo de sus 365 días, podríamos volverlos a formular o hacer otros nuevos con una actitud distinta. Propongo realizar una modesta ceremonia personal a solas, en pareja, en familia o en grupo.
    Elige un lugar tranquilo y una hora silenciosa. Desconecta de cualquier motivo de distracción exterior o interior. Con una actitud sincera, recuerda los sufrimientos que te hayas podido producir o que hayas podido causar a los demás por ignorancia, falta de atención o mala voluntad durante el pasado años. Desecha todos los pensamientos y acciones del pasado que hayan sido semillas de conflicto, en lugar de semillas de paz y alegría para ti y para los que te rodean. Toma conciencia de que han obstaculizado tu avance hacia la armonía y la felicidad que en el fondo deseas.
    Imagina que eres tu árbol preferido y te vas desprendiendo de tus hojas muertas, que ya no necesitas: el apego a ciertos objetos y a determinados hábitos; el odio, el rencor, la envidia, la antipatía o la simple indiferencia hacia personas que conoces, con las que convives o trabajas; el miedo y la ansiedad ante el futuro; la maledicencia, los comentarios que hieren y las palabras vacías... Y así, sucesivamente, con todas las actitudes que no te han proporcionado expansión, sino contracción, gozo, sino dolor. Te irás sintiendo más ligero al permitir que el viento te acaricie y el sol penetre hasta tus raíces.
    Es como si fueras estirpando quistes de tu piel y de tu alma. Vete escribiendo en hojas distintas de papel el nombre de cada uno de ellos. Una vez reunidas, córtalas en pedazos y entiérralas en un bosque, un jardín,  un parterre, o una maceta, sabiendo que servirán de abono a nuevos árboles, plantas y flores: el inmaculado loto hunde sus raíces en el fango en descomposición, que es capaz de transformar en delicados pétalos.
    Si todavía no escribiste tu Carta a los Reyes Magos, porque los adultos no hacen ese tipo de cosas, permíteme sugerirte que escribas una Carta muy especial a tus Reyes internos, aquellos que emprendieron un largo viaje hace tiempo, para dar la bienvenida al Nacimiento de tu Niño interior: ese que ríe sin miedo, que confía en la vida, capaz de jugar y de improvisar, de sonreír sin pedir nada a cambio; ese niño todavía no contaminado por el desamor, las falsas creencias, las imposiciones de los adultos... Deja que te encuentren y que ese Encuentro entre el Niño y los diversos Adultos que llevas dentro suponga una reconciliación definitiva con tu presente, tus circunstancias actuales, esas que has ido eligiendo, dentro de las limitaciones y condicionamientos biológicos, familiares, económicos y sociales.
    Recuerda que aquello que pidas desde la sabiduría de la auténtica necesidad y no desde la codicia, te será concedido, porque serás tú mismo o tú misma, quien estarás ya dando los primeros pasos para ello: el reconocimiento de tus deseos, su formulación y el atrevimiento a responsabilizarte de los mismos.
    A continuación, un pequeño secreto: es tu actitud interna la que te acerca o te aleja de tus metas. Me atrevo a sugerirte cinco actitudes generales que pueden convertirse en todo un programa de vida. Es lo que Tich Nhat Hanh, uno de los guías espirituales que más esfuerzos realiza para  resaltar la esencia común de todas las religiones, llama los Cinco Entrenamientos o las Cinco Prácticas de la Atención Plena:
    1.- El respeto activo hacia todas las formas de vida. El cultivo de la compasión hacia los demás, los animales, las plantas y la naturaleza en general.
    2.- El compromiso de practicar la generosidad, compartiendo tiempo y recursos materiales e  inmateriales con quienes lo necesiten, y la firme determinación de esforzarte por impedir cualquier clase de explotación.
    3.- El establecimiento de relaciones responsables y amorosas y la huida de relaciones sin compromiso o abusivas.
    4.- El cultivo de la palabra afectuosa y la escucha profunda, evitando la propagación de rumores, maledicencias y de todo aquello que pueda provocar discordia y conflictos.
    5.- El consumo físico, mental, emocional y espiritual sano, desechando alimentos y sustancias que no contribuyan a una  buena salud y conversaciones, películas, programas de televisión, libros, revistas o actividades contaminantes para la mente y el corazón.
    Cada uno de estos entrenamientos o prácticas tiene diversos niveles de profundidad y, en la medida en que van centrando y ampliando nuestra energía, cada vez tenemos una mayor cantidad disponible para enfocarnos en lo esencial e ir abandonando lo periférico. Energía que empleamos en acercarnos a nuestras verdaderas metas.
    Cada cual sabe de qué pie cojea y en qué punto necesitaría fuerza y ayuda. Tal vez esa pudiera ser la petición interna a nuestros Reyes Magos, a esos que cada año nos visitan si les abrimos el balcón del corazón. Para aquellos que piensen que ya es tarde o que no sientan ninguna afinidad con estos arquetipos, siempre les queda la oportunidad de esperar el comienzo del Año chino, que suele coincidir con nuestro mes de febrero.
    Lo esencial no es cuándo se haga, sino hacerlo de vez en cuando, sobre todo en tiempos de desaliento, culpabilidad, desánimo o crisis:  EMPEZAR DE NUEVO, dejar atrás los lastres del pasado, mirar otra vez el mundo con OJOS DE NIÑO maravillado y, sobre todo, plantar una y otra vez las NUEVAS SEMILLAS de la PAZ, la ARMONÍA y la FELICIDAD.
 

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