TRANSPERSONAL
Más allá del horizonte
Si entornamos los ojos mirando esa línea óptica que separa
el cielo y la tierra, podemos acercarlo hasta tenerlo al alcance de
la mano. O soñar con otros horizontes más lejanos. O también
borrarlo, haciendo que el espacio vuelva a ser ilimitado. Pero ahora
os invito a algo más: a volar para cambiar de perspectiva.
Si habéis volado alguna vez, os recomiendo ver la emocionante
película "Nómadas del viento", para que recordéis
vuestros mejores tiempos. Si queréis aprender a volar, no dejéis
de verla. También si alguna vez os habéis caído
y vuelto a alzar el vuelo. O si estáis embarrizados con los asuntos
cotidianos y la rutina en la punta de la nariz. Si queréis sentir
de nuevo el viento en vuestras alas, si queréis sentiros acompañados
por vuestros congéneres en el silencio de un vuelo, no os perdáis
esta hora y pico de felicidad, recorriendo con las aves migratorias
los vastos espacios de nuestro planeta.
Tal vez lleguéis a identificaros con los pájaros que desafían
cada día el peso de la gravedad y baten sus alas, acelerando
los latidos de su corazón, para alcanzar su destino. Año
tras año, "el pueblo migratorio" (título original
de la película), compuesto por cientos de especies de aves, recorre
miles de kilómetros, atravesando Océanos y Continentes,
venciendo obstáculos y franqueando barreras para sobrevivir y
para reproducirse. El instinto de vida en las alturas.
Jacques Perrin, el realizador de este documental, calificado por Joaquín
Araujo como el "mejor largometraje de Naturaleza de todos los tiempos",
nos ha ofrecido más que una obra de arte. Ha puesto a nuestro
alcance un elemento de comunión con otros seres vivos, que comparten
con nosotros un hábitat que cada vez hacemos más pequeño
y más peligroso. Para lograrlo, ha necesitado el concurso de
una veintena de realizadores, ocho equipos, tres largos años
y todo tipo de vehículos voladores, marítimos, fluviales
y terrestres. Amén de la colaboración de decenas de empresas,
Gobiernos y organismos internacionales. Las aves le enseñaron
a creer en lo imposible: ¿cómo pueden, por ejemplo, las
golondrinas de mar recorrer 18000 kilómetros, desde el Ártico
hasta el Antártico, y regresar al año siguiente al mismo
punto?; De ellas aprendió a tener paciencia: tres meses de observación,
en algunos casos, para obtener dos minutos de imágenes válidas.
Con ellas cruzó fronteras, rodando en en países enemistados
entre sí, como Libia y Estados Unidos, y tan culturalmente diferentes
como Francia, India, Senegal o Japón.
Estimula saber que este genial creador no proviene del campo del naturalismo.
Primero fue actor, y en su haber como realizador se cuentan películas
tan políticas como "Z" de Costa Gavras, o la recientísima
sobre el 11 de septiembre, hecha por 11 directores. La política,
el ecologismo y una cierta espiritualidad van de la mano. "[Este
film] me ha permitido darme cuenta de que, si la tierra está
dividida, lo está por sus fronteras naturales. Desde el punto
de vista de los pájaros, la tierra tiene coherencia. Y esto reconforta.
Ya no somos ciudadanos de un país, sino del Planeta. Esto se
verifica con los pájaros. Gracias al cine, puedo estar en una
relación esencial con formas de existencia diferentes a las nuestras.
Y ésta es una parte de mi vida".
Desde nuestra perspectiva, las enormes bandadas de aves forman parte
del paisaje. Pero somos nosotros, diminutas hormigas a varios kilómetros
de altura, los que formamos parte de su visión. Nosotros nos
peleamos por el territorio, pero ellas respetan el de cada cual. Hay
algunas que vuelven año tras año al mismo nido, a la misma
roca, o al mismo árbol, sin temor a que nadie los haya ocupado
en su ausencia.
La especie humana construye fronteras artificiales para destruirlas
y volverlas a construir. No sirven de nada. Los mongoles invadieron
China, atravesando la Gran Muralla a pesar de sus 3000 kilómetros
de longitud. La cordillera de los Andes y las alturas de Machu Pichu
no fueron obstáculo para que los colonizadores españoles
invadieran el Imperio inca. El muro de Berlín no duró
ni medio siglo... No se pueden poner puertas al campo, muros al hambre
ni límites a los sueños.
Las alambradas no impiden que miles de mexicanos se cuelen en Estados
Unidos cada año, ni la vigilancia de radares y patrullas costeras,
que miles de marroquíes crucen el Estrecho de Gibraltar, ni la
policía de fronteras, que centenares de "emigrantes ilegales"
atraviesen cada mes el túnel del Canal de la Mancha. Las soluciones
a largo plazo son siempre fruto de visiones políticas solidarias
y realistas, y no de medidas policiales ni de barreras arquitectónicas.
Nadie puede aislar su territorio sellándolo herméticamente
si no quiere morir asfixiado. El muro que construye el Gobierno de Israel
no le dará más seguridad, sino menos libertad de movimientos.
Reducirá sus horizontes de convivencia.
Algunas escenas de la película -cazadores apostados que diezman
una bandada de ánsares- recuerdan algo que se repite año
tras año en muchos países. Sin ir muy lejos, entre el
1 de octubre y el 20 de noviembre, tres millones de palomas migratorias
atraviesan los Pirineos occidentales hacia los encinares de Extremadura
y el sur de Portugal. Proceden de Rusia, Suecia y Dinamarca. Centenares
de cazadores se apuestan en el Valle de Bidasoa para cazarlas con redes,
agitando banderas blancas, que las palomas toman por el pecho del azor,
su depredador natural. El gran acontecimiento que los amantes de la
naturaleza esperan semana tras semana se convierte para otros en un
festín gastronómico. El largo peregrinar de miles de palomas
quedará truncado antes de alcanzar su meta...
Salvando las distancias, vienen a la mente los versos del poeta húngaro
Attila József que, a principios de siglo XX compuso: "¡Oh!
Europa tiene muchas fronteras/ y en las fronteras muchos asesinos...".
Hay muchas maneras de matar: con una bala, con una red, con un muro,
con hambre, negando el visado o el permiso de trabajo... Y hay muchas
formas de nacionalismos irracionales: las que defienden fronteras, moneda
y ejército propios, y las que defienden el nivel de vida de unas
poblaciones frente a otras. Sobre todo, si parte de ese nivel de vida
se debe a expolios anteriores de las metrópolis colonizadoras
y a no pagar el justo precio de las materias primas de los Países
en vías de desarrollo.
Para ver más allá del horizonte es necesario levantar
el vuelo y volar. Ver la tierra a distancia con sus ríos cuya
única frontera es el mar, y los mares que se funden en océanos
y los océanos cuyas corrientes se confunden. No es extraño
que el primer astronauta tuviera una experiencia mística viendo
flotar en el espacio esa esfera azul y verde en que se convierte la
Tierra contemplada a distancia.
No están hechas las aves para la jaula, pero construimos jaulas.
Y no está hecho el humano para ser sedentario que se deje morir
de inanición por muchas torres de marfil que construyamos. A
lo largo de la Historia de la Humanidad, los pueblos se han desplazado
siguiendo sus necesidades de supervivencia, poniendo su mirada más
allá del horizonte. Los más osados atravesaron mares y
cordilleras para poblar tierras mejores. Y una vez establecidas las
fronteras, los más preparados las franquean, legal o ilegalmente,
en búsqueda de un simple sueño: sobrevivir y dar una mejor
vida a su descendencia. Para ello apuestan por creer que, más
allá de su horizonte, existen mundos mejores, aunque la apuesta
queda fallida en demasiadas ocasiones, como el viaje migratorio de la
paloma que casi había llegado al final de su destino. Pero, al
menos, alzaron el vuelo y se atrevieron a iniciar su sueño.
Alfonso Colodrón
Terapeuta gestáltico
Consultor transpersonal