curso práctico en el Instituto Superior de Medicinas Tradicionales de Barcelona: 8 de febrero 2013
Oculomotricidad
: reeducación en movimiento
Ponencia a presentada en el SITEM
Barcelona 20 y 21 de mayo del 2000
El hombre se mantiene en equilibrio gracias a las informaciones captadas
principalmente por el oído interno, los ojos y las plantas de los
pies, constituyendo lo que podemos denominar trípode básico
del sistema postural.
Coordinando esta información junto a la propiocepción de
cadenas musculares y articulaciones, elaboramos nuestra referencia corporal
en el entorno, respondiendo a la gravedad.
De las tres entradas de información del sistema postural, vamos
a profundizar en la información visual, diferenciando en primer
lugar visión y mirada.
La visión se refiere a la recepción de estímulos
luminosos, y se localiza en la retina, pupila, cristalino, córnea,
humor vítreo y nervio óptico fundamentalmente. Es intrínseca
al globo ocular.
La mirada se centra en los músculos oculares que fijan el globo
ocular en su órbita correspondiente, permitiendo la movilidad en
todas las direcciones del espacio. Implica una noción de dirección.
Se trata de la oculomotricidad, y es una función extrínseca
al ojo. Los pequeños músculos que realizan esta función
se insertan en la esclerótica, son seis, distribuidos en tres pares
alrededor del globo ocular: rectos superior e inferior, rectos interno
y externo, pequeño y gran oblicuo.
El globo ocular ajusta su posición en relación al entorno,
y la horizontalidad de la mirada determina una posición relativa
de la cabeza en el espacio. De hecho, los músculos suboccipitales
se denominan prácticamente igual que los oculares, teniendo una
función complementaria en el movimiento de la cabeza. Ambos trabajan
juntos, y su intervención sinérgica se pone de manifiesto
en cualquier movimiento dirigido por la mirada, ya que solicitaremos casi
inmediatamente el funcionamiento de sus compañeros suboccipitales.
Por lo tanto, es necesaria la participación de los receptores cervicales
en el proceso de desarrollo de las capacidades de análisis del
entorno visual.
En todos los vertebrados se han desarrollado los reflejos vestíbulo-ocular
y optocinético: el 1º compensa con desplazamienros lineales
o angulares de la cabeza, y el 2º lo hace por medio de eventuales
desplazamientos del campo visual, generalmente producidos por nuestro
propio movimiento en el espacio.
Podemos poner de manifiesto la correspondencia de los músculos
oculares con los suboccipitales, y verificar las adaptaciones del resto
del raquis.
[Esta correspondencia se publicó por primera vez en 1911 en Paris
por Madame Elie de Cyon en su obra El oído: órgano de orientaciónen
el espacio y en el tiempo.]
La relación entre oculomotricidad y músculos cervicales
ha sido estudiada por P. Buissseret y colaboradores en el laboratorio
de neurofisiología del Collège de France de Paris en la
pasada década de los 80: la estructura, tipo de fibras, propiedades
fisiológicas y equipamiento enzimático de ambos grupos de
músculos. El número de receptores disponibles (husos neuromusculares
y órganos neurotendinosos de Golgi) y su comportamiento, demostró
que la información proporcionada por los recetores de los suboccipitales
está estrechamente asociada con la información visual.
En consecuencia, podemos afirmar que las compensaciones de la columna
vertebral son tributarias de la oculomotricidad. Las dos lordosis básicas
del raquis ajustarán sus curvaturas para mantener la horizontalidad
de la mirada y permitir así el equilibrio de la persona en su entorno.
Cuando examinamos a una persona analizando biomecánicamente todas
las partes, solemos encontrar una mirada perdida (y generalmente dirigida
al suelo). Para tomar datos prácticos, deberíamos contar
con la mirada al frente, de forma que se sitúe como realmente va
a hacerlo en su vida cotidiana. A lo largo de nuestra observación
obtendremos informaciones más válida con esa indicación,
lo que nos evita trabajar en condiciones de laboratorio.

Muchas veces las terapias manuales funcionan durante
un tiempo, pero no tienen mucho margen de actuación, puesto que
a los pocos minutos nuestro cliente vuelve a funcionar con su patrón
motor habitual. Y reaparece la patología una y otra vez.
Es decir, el sistema postural dinámico se sobrepone al estático.
Este es el reflejo del terreno, y el 1º es el reflejo de la expresión.
Para que un movimiento tenga sentido, ambos tienen que converger, y si
no tenemos eso en cuenta en nuestro trabajo, quedará incompleto.
La persona que solicita nuestra ayuda para restablecer una de sus funciones
dañadas necesita esa aportación para completar su proceso
de equilibración.
Eso requiere una participación activa por su parte, comprometiéndose
con su trabajo y dedicación tras la sesión, o bien poniéndose
en manos del especialista que le facilite la tarea de auto-educación.
Con su ayuda integraremos la reequilibración progresivamente, aplicándola
en la forma de andar, subir las escaleras, conducir, leer, etc.
La postura es mucho más que un alineamiento de masas corporales,
implicando una determinada actitud en el medio que nos movemos, una cierta
"mirada" al mundo.
Desde este punto de vista, las diferentes técnicas terapéuticas
se verán complementadas con una adecuada gimnasia ocular, que muestra
su acción en una simple torticolis, por ejemplo.
Destaca una aplicación particular con perspectivas muy interesantes:
el tratamiento de patologías raquídeas a nivel músculo-esquelético
a través de prismas correctores progresivos que modifiquen el equilibrio
oculomotor, así como en estrabología.
Algunas aportaciones al examen postural
A. Thomas y J. Ajuriaguerra establecieron criterios de examen del tono
postural: la consistencia del músculo y su extensión. Con
un poco de experiencia distinguimos el tono de los grupos musculares y
sabemos el que les correspondería tener normalmente. Esto es sencillo
y relativamente rápido con la práctica.
Pero un 3º criterio que podemos medir objetivamente, la alteración
del reflejo postural, nos da una información importante que no
podemos pasar por alto.
La vertical de Barré propone valorar la desviación lateral
de la plomada de la parte alta del cuerpo (desde D6); así veremos
atentamente la mandíbula, la cabeza y cervicales. Otros tests nos
permiten acercarnos al origen del problema.
El test de Romberg valora de una forma sencilla el reflejo oculo-postural:
el paciente se sitúa de pie con los 2 brazos extendidos delante
de él, cierra los ojos y observamos la rotación que el eje
del cuerpo puede presentar en referencia a la vertical.

Especialmente nos será de gran utilidad el conocido
test de Fukuda:
Mediante el test de Fukuda estudiamos el tono postural sobre el terreno.
Es preciso aplicar correctamente todo el protocolo para evitar conclusiones
erróneas, y podemos comprobar que cuando un sujeto lo repite varias
veces consecutivas (el mismo día) ya no presenta total fiabilidad,
puesto que se adaptará a la respuesta anterior. Para evitarlo y
completar un análisis clínico postural, podemos servirnos
del test de rotadores de caderas de Guillaume y Autet, observando la respuesta
secundaria pasiva de los dos miembros inferiores. (Test de válidez
clínica, pero controvertido).
Se lleva a cabo en decúbito supino comprobando la rotación
que experimentan las caderas con diferentes prismas, dispuestos por un
optometrista.
Una vez que conocemos la dirección de la mirada en la que hay menor
movilidad, podremos intervenir para reequilibrar el conjunto y hacer que
el juego oculomotor se permita hacia todas las direcciones por igual.
Creo necesario considerar la movilidad de la pelvis, incluyendo así
el polo a situado a nivel del sacro en la observación de esa persona
en movimiento.
En consecuencia, podremos apreciar la forma de andar, de pararse, sentarse
/ levantarse, leer y otras actividades de la vida cotidiana desde un nuevo
punto de vista más enriquecedor.
Enfoque multidisciplinar
La labor del optometrista completa el examen clínico postural cualitativo
y cuantitativo (morfoestática, reflejos posturales, posturo-dinámica),
y será recomendable un examen paraclínico según los
casos (podometría, radiografía, psicoterapias, etc).
Los prismas posturales necesarios son de baja corrección, y en
general es preciso aplicarlo en un solo ojo. La frecuencia con la que
se llevan, periodos y revisión se adaptarán naturalmente
a cada individuo.
En un marco multidisciplinar (ORL, optometría, osteopatía,
kinesiología...) podemos mejorar los tratamientos habituales, y
las aplicaciones terapéuticas son múltiples: cervicalgias,
dorsalgias, lumbalgias, varias patologías de origen estático,
secuelas de traumatismo craneal o cervical (raquialgias, cefaleas,...),
síndromes postraumáticos diversos, descompensación
vestibular, sensaciones de inestabilidad, desequilibrio de las personas
mayores, ...
Para ello es preciso un trabajo de equipo coordinado y que converja hacia
el equilibrio del paciente en movimiento. El recurso que plantea la posturología
permite estudiar sistemáticamente la integración de las
diferentes informaciones sensoriales que concurren en el equilibrio de
la postura ortostática.
Posteriormente es responsabilidad del profesional facilitar el paso de
la postura al movimiento, gracias a la plataforma que representa la cabeza,
actuando como torre de control y sede de los órganos de los sentidos.
Como hemos visto, en particular destaca la importancia de la movilidad
de los pequeños músculos oculares y sus correspondencias
con el resto del organismo.
Finalmente hemos conseguido que un desequilibrio estructural y energético
se regule gracias a la percepción que tenemos del entorno. No solo
trabajamos sobre la parte orgánica, sino que además permitimos
que una determinada función se recupere gracias a la capacidad
de adaptación de la persona en movimiento, involucrándose
de forma activa.
Por otra parte, incluiremos el contenido emocional y los factores psico-sociales
en general, puesto que los seres humanos nos movemos con una intención,
somos expresión y nos comunicamos con los demás. En esa
línea, vamos más allá de la kinesiología para
implicarnos en lo que podemos denominar kinesionomía, que trata
el impulso humano por medio de su corporalidad animada.
Por ejemplo, las aplicaciones realizadas con la motricidad ocular en el
campo de los síndromes postraumáticos debidos a un gran
estrés han demostrado ser realmente eficaces. Se trata de superar
el episodio traumático solicitando que los ojos se dirijan a diferentes
direcciones sucesivamente, de forma que se acceda a verbalizar y asumir
la situación, permitiendo la continuidad de un tratamiento psicoterapéutico.
Resumiendo, el principio que rige nuestro sistema de equilibración
es la adaptación al exterior por medio del movimiento, y por medio
de él lo restablecemos. Integrando la oculomotricidad, las técnicas
de mediación corporal amplían el espacio terapéutico
y actúan a nivel energético con la persona implicada.
Con ello estamos integrando a la persona y el medio en que se mueve, otorgando
el mismo rango de importancia a ambos, lo que requiere contemplarlos en
un todo unitario, naturalmente.
Como terapeutas podemos beneficiarnos de esta aportación, enfocando
el tratamiento de forma interdisciplinar, con objeto de aplicar las diferentes
especialidades profesionales en una misma dirección.
José Javier Pedrosa
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