El desafio del cuerpo
¿Corporeidad, corporalidad, psicomotricidad?
¿Lectura del cuerpo, de la postura
o del movimiento?
En el maremagnum
de términos al uso, el más adecuado para un debate sobre el movimiento
del cuerpo humano dependerá del enfoque que adoptemos. Para unos se trata
más bien de una tiranía de la mente o del cuerpo, mientras otros se esforzarán
por instaurar una "democracia", basada en una unidad psicofísica.
Como político,
Platón era consciente de la relación cuerpo-espíritu; de hecho quiso legislar
rigurosamente la práctica de las diferentes danzas de su época. Su herencia
hace que todavía hoy nos cueste quitarnos de delante esa división jerarquizada,
ese prisma que hace divergente lo que naturalmente es uno.
No es extraño encontrar
contradicciones estruendosas en un mismo punto de vista. La acepción de
psicomotricidad fue largamente discutida, y actualmente la redundancia
de los términos que la componen la hace casi obsoleta. Incluso se ha hablado
de cuerpo-psíquico, situando el cuerpo en primer rango como portal de
la psicosomatoterapia.
La corporeidad
(o calidad de corpóreo) nos habla del cuerpo que tengo, y del que dependo.
La corporalidad sería la manera de estar en el cuerpo, de expresar mi
yo a través de la corporeidad: el cuerpo que soy. Cada cual se compromete
más con uno u otro de los significados, y determina así su contacto con
la tierra. Nuestra presencia condicionará a su vez el contacto con los
demás.
Si nos centramos en aplicaciones pedagógicas y terapéuticas, podremos
aclarar porqué un colectivo profesional dirige su atención a ciertos temas,
y por qué en la formación se imponen unos determinados discursos.
Como dice Michael Bernard,
el cuerpo liberador o liberado es el mito más prostituido. Existen "peligros
de explotar de manera supuestamente revolucionaria el arma corporal, simplificando
u ocultando la articulación de cada parte con el discurso general, y por
consiguiente, señalar asimismo las condiciones fundamentales del arte
sutil de formular preguntas sobre el cuerpo, en suma, el arte de hacer
un buen uso de una colección de obras sobre el cuerpo".
El cuerpo es signo,
y como generador de lenguaje, deriva hacia una dimensión sociológica que
se politizará y manipulará en las diferentes civilizaciones. Por ejemplo,
vemos la importancia y predominio de los órganos sexuales, la monarquía,
el monoteismo y los diversos tabúes más o menos relacionados en cada cultura.
La publicidad nos muestra
la evolución de las modas que nos esperan a la vuelta de la esquina. Actualmente
están determinadas por la población que en los primeros años del próximo
milenio será mayoritaria y detendrá el máximo poder adquisitivo: los comprendidos
entre 40 y 50 años en la pirámide de edades (baby-boom de los años
60).
El culto decadente
al cuerpo (el body building, los "cuerpos-danone", las modelos
anoréxicas, etc...) cederán su reinado a las personas maduras que se sienten
a gusto aceptándose tal y como son, con más tiempo de ocio integrado en
su modus operandi, ya que habrá menos presión por parte de la mentalidad
mercantilista, que ha terminado por repartir el trabajo reduciendo la
jornada laboral.
La atención a la
salud deriva hacia la prevención y la calidad de vida en general, como
ya estamos comprobando en el estado del bienestar que abunda en occidente.
Las corrientes
terapéuticas que juegan con los significantes presentan un gran riesgo,
ya que cada una de ellas añade una interpretación más, como se aprecia
en el psicoanálisis, sus escuelas y ramificaciones. Y es que el lenguaje
es polisémico por naturaleza, mientras que el espacio terapéutico debería
acercarse al silencio: callarse y observar.
El primer compromiso
en la relación terapéutica es el cuerpo, y deberíamos evitar aislarlo
en un acercamiento técnico, con instrumentos, en suma, hacer un análisis
de laboratorio.
Por el contrario, si
enmarcamos el cuerpo en un espacio de relación, vamos más allá de la postura
y haremos una lectura del movimiento. Considero que en esa lectura es
más importante quién lee que lo que se lee; al cuestionarnos esto podemos
cambiar nuestro punto de vista y evitar que el objetivo sea inducir el
cambio corporal a toda costa.
La persona que pide ayuda se
suele ver como paciente cuando presenta una fragilidad, generando un ritmo
indispensable en toda comunicación. Es primordial el espacio-entre, el
hueco por el que se hace posible la intervención del terapeuta. Es el
arte de estar en el mundo con el otro lo que me permite estar presente
(en su acepción de ofrenda, regalo), y de lo que depende la eficacia de
toda acción.
El simple hecho de estar
ahí requiere un humilde trabajo a largo plazo y una observación inmanente.
En pocas palabras, saber introducirse en el mundo del otro y tomar cierta
distancia para comprenderlo mejor. Después pueden entrar en juego las
técnicas y los instrumentos.
De alguna forma, el análisis
que realiza un terapeuta tiene cierta analogía con la función de un actor
o de un clown, quien modifica significados con su interpretación, introduciendo
otros que nos con-mueven. [Cuando vamos a una consulta es porque hemos
perdido algo de nuestra capacidad de movernos, buscando ayuda y orientación
para dinamizarnos sobre la función dañada.]. Se requiere entonces un cierto
tiempo, casi un ritual de acercamiento previo, imposible en muchas consultas
contra reloj.
En un espacio de relación
la percepción es ya un movimiento, y la motricidad se inserta en ese marco
de referencia. Esto nos ubica al individuo en un sistema (nunca está completamente
aislado) y pone de relieve su unidad psico-física.
Podemos decir que es el movimiento quién me explica el cuerpo, y no a
la inversa.
Así el cuerpo se muestra
como un síntoma del movimiento, y la lectura del cuerpo (normalmente basada
en el de un cadáver o cuerpo inerte) pierde su sentido. Tampoco la postura
nos aporta una visión completa, ya que representa un corte transversal
del movimiento; funciona como adaptación que le precede y le sirve de
nido.
Es necesario conocerla, pero para luego ponerla en danza, ya que "es
siempre la expresión de una existencia". (Buytendijk)
En cuanto a los discursos
que orientan la formación, se distingue claramente la línea del rendimiento
de la que subraya la participación. En el ámbito de la salud, el primer
enfoque tiene como fin la supresión de los síntomas, y lo que importa
es la producción. Luego los resultados son manipulados a nivel social
por las instituciones. Ahí el peso de la ciencia es la nota dominante,
y el reconocimiento se mide por ese criterio.
El discurso de la participación implica una vuelta a los valores intrínsecos
del arte de la salud. (En este tiempo de crisis es aún más necesario,
en todos los ámbitos). Si la preparación de futuros profesionales se fundamenta
en materias puramente científicas, descuidando el aspecto asistencial,
estas personas saldrán deficientemente preparadas.
Durante los años de aprendizaje intervienen a veces formadores con líneas
opuestas, y la confusión esta servida; pero podemos aprovechar ese factor
para sembrar y estimular una conciencia crítica.
Conseguirlo requiere
aportar una mínima autonomía para desenvolverse y seguir aprendiendo con
criterio propio, compensando las lagunas que cada uno siente en su forma
de abordar la relación con el otro. Acumular conocimientos técnicos para
sumar créditos solamente consigue saturar el dialogo interno hasta la
saciedad, y con lamentable frecuencia conduce a engrosar la cohorte del
desempleo.
Hoy en día la selección
de personal deja progresivamente de estar sometida al régimen de las oposiciones
(y métodos similares) para primar la capacidad de trabajo en equipo, de
compartir una tarea con flexibilidad. En los departamentos de recursos
humanos hace ya tiempo que se habla de factores como la inteligencia emocional.
Incluso en el mundo de los negocios, hoy en día el capital intelectual
(gestión del conocimienot) dice más de la capacidad de crear futuros beneficios
que todos los ratios financieros habituales. El nuevo perfil que se requiere
ya no es el del superespecialista, sino el de quien sabe desenvolverse
en diferentes terrenos con seguridad, adaptándose y disponible para aprender,
respondiendo en situaciones prácticas.
El equilibrio psico-físico se pone de relieve en la nueva cultura empresarial,
y los cambios en el estilo de dirección a menudo son radicales (el teletrabajo,
autoempleo,...).
La formación multidisciplinar es una realidad a la que no se da respuesta
satisfactoria en los programas oficiales, y queda relegada a la trastienda
donde se guardan los cacharros; incluso se llegan a condenar legalmente
ciertas técnicas (en ocasiones con razón, también hay que decirlo). Nuestro
punto de vista considera mejor reconocer los agujeros donde no poner el
pie, y no solo dismularlos o prohibir pasar por allí. Hay que orientarse
y saber evitarlos por uno mismo, buscando, escuchando.
En suma, conocer el terreno
por uno mismo, ya que el plano no es el territorio.
En consecuencia podemos
preguntarnos, ¿en qué espacio presentamos el movimiento del cuerpo?.
Por mi parte, experimento que el movimiento del cuerpo no tiene un lugar
propio, si no que se lo construye precisamente por la continuidad de su
búsqueda.
Quizá
la cuestión se pueda resumir en las palabras de Da Fonseca: "Es
el hombre quien se mueve, como ser animado, y no ninguna de las funciones
que lo componen".
Finalmente,
descansamos gracias a la frase de Merleau-Ponty: "En verdad es
absurdo someter al entendimiento puro la mezcla del entendimiento y del
cuerpo".
José Javier Pedrosa
Referencias y bibliografía:
- Michael Bernard: El cuerpo. Paidós
- J. Bellido y otros participantes: I Congreso de Psicosomatoterapia,
Cité Internationale de Paris 1992
- Da Fonseca: Estudio y génesis de la psicomotricidad. Inde. 1996
- Varios autores. Danse et Pensée. Colloque International pour la Danse
et la Recherche Chorégraphique Contemporaines.
College de Philosophie.
Paris VIII. GERMS. 1992.
- Merleau-Ponty: L'oeil et l'esprit. Gallimard.1964
- J. J. Pedrosa: Los ojos y el movimiento en la Danza. Paris. 1994
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