Estrés
En su acepción coloquial, lo evocamos como un estado
saturado de tensión que afecta a la cuarta parte de la población activa
entre 30 y 50 años, incluidas amas de casa. Existe un nivel óptimo de
estrés que nos estimula para responder mejor a situaciones difíciles,
pero en casos puede llegar a ser una enfermedad difícil de identificar
y de asumir personalmente. Entonces, ¿por dónde cogerlo?.
También el hombre primitivo estaba estresado
en su lucha por la supervivencia, pero el mundo contemporáneo nos desborda
de exigencias y reclamos que incrementan la tensión diaria hasta superar
nuestra capacidad de adaptación.
Y la ponemos a prueba
constantemente por el acelerado ritmo de vida actual.
El hombre de fin de siglo
está saturado de mensajes, información y estímulos afectivos, por lo que
su equilibrio se ve seriamente comprometido. Recientemente se ha demostrado
que el estrés destruye la memoria, daña la orientación espacial y otras
funciones cognitivas, perdiendo un mayor número de neuronas en el hipocampo
cerebral.
Se requieren nuevas soluciones
para las nuevas patologías que se presentan.
Cuando nuestro organismo
no resiste más, reacciona yéndose al extremo opuesto en un intento desesperado
por equilibrar la situación. Se podría decir que desconectamos, y
los síntomas físicos (tensión muscular, cervicalgias o luxaciones) dan
paso a los psíquicos ( la atención se dispersa, aparece el desinterés
y los olvidos, o caemos en una aburrida inactividad), llegando
fácilmente a las adicciones. Estas pueden ser: a una sustancia,
a ver la TV, la ludopatía o el consumismo gratuito entre otras muchas.
Este
cuadro desemboca en la denominada depresión anérgica, diagnóstico que,
sobre todo al principio, cada especialista ve con su particular prisma.
Además, el estresado no se define particularmente deprimido, sino indefinidamente
vacío en medio de multitud de actividades. Generalmente surgen en breve
plazo trastornos osteo-musculares importantes, así como gástricos,
cardiovasculares y/o sexuales.
Pero
entre las soluciones no hay receta ni varita mágica que valga; ni siquiera
se arregla con más reposo o con mayores evasiones.
No somos
un mecano para tratarnos como piezas sueltas, sino que todas las funciones
orgánicas están interelacionadas.Por ejemplo, a través de un traumatólogo
el masajede un fisioterapeuta podrá aliviarnos la contractura de la espalda,
pero habrá que buscar las razones profundas que la produjeron.
Quizá la causa sea la forma de escribir,
de coger los pesos en el trabajo o la posición del espejo retrovisor cuando
conducimos habitualmente. Seguramente también nuestros hábitos alimentarios
influyen en el estrés, por lo que vendrá bien consultar a un nutricionista
para equilibrar nuestra dieta.Y para evitar que se presente de nuevo la
dolencia, haremos cada día más saludable la forma de respirar y
los hábitos posturales con ayuda de un especialista.
Cada caso merece atención individual, de forma que precisemos qué clase
de estrés sufrimos, en qué situaciones se manifiesta y cuáles son sus
raíces.
Siempre de la mano de los profesionales que nos merezcan confianza, por
que no hay que olvidar que se trata de una enfermedad.
A continuación señalamos algunas observaciones sencillas para prevenirla,
que esperamos sean prácticas para integrarlas poco a poco en lo cotidiano.
1.- Sonreir más a menudo. Relaja mandíbula y
cuello, tonificándonos. Facilita la circulación sanguínea del rostro.
2.- Alimentación sana y simple: masticando sin
prisa y en horarios fijos.
3.- Beber dos litros de agua al día, más o menos.
4.- Descanso regular: dormir lo necesario y
en una superficie adecuada.
5.- Aumentar el tiempo libre; al fin y al cabo
no vivimos para trabajar.
6.- Realizar ejercicio diariamente, de forma
que aseguremos un mínimo mantenimiento. Tener en cuenta la dedicación
e intensidad que nos conviene, coordinando la respiración con fluidez
y naturalidad. Continuidad y moderación.
7.- Vivir según nuestras posibilidades.
8.- Evitar llevar la ropa apretada, reduciendo
así la presión sanguínea. Y usar un buen calzado que permita libertad
al pie.
9.- Distinguir el trabajo y el hogar; si posible,
no llevarse el trabajo a casa.
10.- Evitar ser esclavo de las agendas apretadas:
no podemos llegar a todo.
11.- ¿Perfeccionismo?. No Gracias.
12.- Enriquecer el contacto con la naturaleza,
empezando por apreciar las plantas que pueden adornar nuestra oficina,
vestíbulo o domicilio. Si para salir al campo o la playa vamos a organizar
una pequeña campaña, quizá no valga la pena; los horarios, equipajes,
reservas o el tráfico nos estresarán aún más.
13.-¿Necesitamos el coche tanto como lo usamos?.
A veces el transporte público es muy adecuado, sobre todo pensando en
en la plaza de aparcamiento y el combustible. En ocasiones, caminar es
una buena alternativa.
14.- Discernir lo que compramos: ¿lo necesito
de verdad o es consumismo?
15.- Redescubrir los placeres sencillos:
escuchar el silencio, amigos, pasear.
16.- Decir NO tranquilamente, sin sentirse abligado
a "estar al día", ir a los compromisos de turno, etc...Afirmar
nuestros derechos y gustos personales, sin desprecio a los ajenos ni tener
que ponerse a la defensiva.
17.- Higiene postural: adoptar una postura correcta
y eficaz en todas nuestras actividades (incluso en el reposo) es esencial
para una vida sana, libre de dolores, estrés y fatiga. Y si queremos mejorar
la calidad de vida, hay que empezar por observar y asumir la responsabilidad
de nuestro propio bienestar y salud, aplicándose en los actos más sencillos
y cotidianos: sentarse, andar, leer,...
PROGRAMA EMPRESAS de GESTION del ESTRES
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